martes, 2 de enero de 2007

Artículo: Publicidad, de la emoción a la satisfacción

PUBLICIDAD, DE LA EMOCION A LA SATISFACCIÓN.

La comunicación publicitaria es posible porque somos seres carenciados, deseantes y necesitados. Tenemos capacidad para sensibilizarnos frente a objetos que necesitamos y deseamos, además nos produce satisfacción poseerlos.

Por Norberto Alvarez Debans

La publicidad conoce a su público o pretende conocerlo. Sabe que su papel es informar sobre la existencia de productos que satisfacen necesidades, para que los individuos puedan conocerlos y seleccionar los que más se acerca a sus apetencias. Conoce nuestra capacidad de sensibilizarnos y utiliza la emoción como recurso para llevarnos desde allí a la satisfacción de poseer y usar nuevos productos.

Como seres frágiles y carenciados que somos, necesitamos una dosis de amor cotidiano, necesitamos ser considerados, queridos, nombrados y porqué no, necesitamos emocionarnos. La publicidad tiene conocimiento de nuestras carencias y apetencias, sabe como tratarnos para que le prestemos atención.

La “caja urbana” que habitamos cotidianamente se ha convertido en un gran supermercado donde todo esta ofertado. La ciudad de Buenos Aires, desde donde me comunico con ustedes, se caracteriza por poseer una profusa cantidad de comercios de todo tipo, dentro de una planta de casi 25.000 manzanas.

Estos locales están señalizados con llamativas y luminosas marquesinas, dotados de vidrieras repletas de productos que se exhiben llamativamente, decoradas para despertar nuestros deseos. También se destacan los autoservicios, los supermercados, los hipermercados, los shopping, con atractivos interiores repletos de góndolas y de productos de todo el mundo, donde todo está exhibido.

Millones de productos son ofertados en toda la ciudad. Todos acicatean nuestros sentidos, nos estimulan con la sola presencia. La comunicación publicitaria sabe que somos sensibles, que si los mensajes y luego los productos nos atraen, que si nos emocionan, finalmente bajaremos la guardia racional e instintivamente desde la emoción que nos despiertan, compraremos productos para llevarlos a casa y satisfacernos plenamente.

Estos lugares y sus exhibiciones de productos estimulan nuestros deseos a cada instante, finalmente queremos esto, deseamos aquello, y al decir del cantante roquero, Lucas Prodan: “No se lo que quiero, pero lo quiero ya”

Algunos pensadores han definido esta sensación estas ganas de consumir cotidianamente, como “la felicidad histérica” la felicidad breve. La satisfacción que dura hasta que descubrimos un nuevo producto, que inmediatamente deseamos y luego con la compra colmamos nuestra felicidad para luego comenzar a buscar otro que nos emocione nuevamente... y así nos satisfacemos solo por el momento que dura la sorpresa del hallazgo y la adquisición.

La satisfacción suele no durar lo que dura el producto, este puede quedar abandonado en un rincón de la casa antes de cumplir su ciclo de vida: Hay una expresión joven que la define: ¡Ya fue! Tampoco se concibe realizar una salida, dar un paseo, solo o en parejas o con amigos, sin emocionarnos, sin satisfacernos con una compra.

Comprar es uno de los verbos más conjugados. Los chicos lo sienten de sus padres y aprenden rápidamente su significado. Desde los dos años en adelante saben que el uso de esa llave mágica “comprar” abre las puertas a sus deseos de productos y a la satisfacción de la obtención de nuevo regalo. Los supermercados atentos a estas jóvenes apetencias, desarrollan pequeñas góndolas o exhibidores bajitos al alcance de las manos de los niños para que también tengan su instante de satisfacción junto a sus productos preferidos.

Transformamos emoción en satisfacción. Todas la necesidades tienen productos y marcas, sabemos donde están, cuanto valen, sabemos que emocionan, que satisfacen, solo tenemos que ir a comprarlos.


Al fin y al cabo, somos seres humanos, tenemos necesidades y deseamos satisfacerlas en definitiva: ¡Somos tan felices con el nuevo objeto de deseo! La sola percepción del mismo en las vidrieras o en las góndolas nos ha despertado sensaciones nuevas estimulando nuestros sentidos, aunque sea por el resto del día, por unas horas o por un instante. Quién puede negar que la felicidad sea breve, pero si la emoción es intensa, ¡Vale!

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