miércoles, 11 de mayo de 2016

La Publicidad crea una forma animada de vivir, como respuesta al paraiso perdido del hombre.

Cita del libro: Conversaciones entre un Filóso y un Publicitario. (*)

Por Norberto Alvarez Debans

La realidad es tan cruel, somos pobres seres angustiados, efímeros y perecederos. 

Cortázar decía que la vida es un impulso hacia arriba con un clic final. Creo que a nadie le agrada esperar ese clic final, prefieren ignorarlo mirándose en espejitos de colores, tan prácticos para esconder, bajo apariencia ficticia, la “verdadera” realidad. La búsqueda actual se orienta a abrir espacios mentales que muestren la perfección luminosa del cuerpo. 
De ahí la dedicación diaria a disimular la edad que se percibe o que refleja el cuerpo físico. Se produce el milagro de ver madres iguales a las hijas, las mismas vestimentas, los mismos gestos y caprichos, disputándose una prenda en los comercios textiles. Han clavado el tiempo en una edad que no avanza, más bien retrocede. La ciencia física ha desarrollado máquinas y métodos para ejercitar ese algo, esa sustancia, esa piel que nos contiene y nos distingue. Algunas conductas actuales, individualismo, hedonismo, narcisismo, facilitan el sacrificio fashion de aplicarse a la modelación gym, taewo, pilates, logrando un cuerpo bello, etéreo, sin peso, sin años. 

¿Podemos juzgar, podemos criticar esta búsqueda? La inquietud de la bella Afrodita parece ser mucho más entretenida, acompañada por su mensajera Juventud mientras viaja en su carro leve y sutil acompañada por las Gracias y tirado por palomas, que ilusionarse con vivir en sacrificio para alcanzar después de la muerte un túnel luminoso, donde el tránsito culmina con un fogonazo blanco final, detrás del cual estaría el paraíso espiritual tan anhelado donde esperan parientes y allegados, convertidos en seres espirituales sin cuerpos monstruosos, como relatan algunos personajes angélicos televisivos. 

La comunicación publicitaria, como una religión o una nueva filosofía occidental de la época, se vuelve un operador silencioso entre lo pagano y lo divino, entre lo real y lo irreal, frente a una sociedad terrena y otra espiritual imaginada y deseada. Quizás Internet, con su virtualidad, ofrece una nueva idealidad, donde es posible transitar otra identidad, con máscaras a elección y producir encuentros en ese mundo donde, técnica de por medio, se puede conectar con un nuevo paraíso entre mentes interactivas, prescindiendo del cuerpo que sólo sabe envejecer.

(*) Cita parcial del libro de Daniel Omar Stchigel y Norberto Alvarez Debans.