martes, 18 de mayo de 2010

EPILOGO

EPÍLOGO
Libro: “Conversaciones entre un Filósofo y un Publicitario. Daniel Omar Stchigel y Norberto Álvarez Debans. Editorial Elaleph.com, Buenos Aires 2008, Pág. 157/158.

Se cita parcialmente.
CONVERSANDO SOBRE LAS CONVERSACIONES.

NAD (*): Ha llegado el momento temido para el escritor, cerrar
la obra, dejar de conversar. Es difícil de asimilar el vacío,
más aún cuando estas Conversaciones han versado sobre el tema
principal que ilumina el alma de cada uno de nosotros, la profesión
estudiada, practicada, difundida, nuestro saber. La publicidad,
la comunicación publicitaria, en mi caso. Bien, voy de lleno:
Sé que la publicidad es una mujer, ¿pero quién? ¿Es una
señorita o una señora; es Evita o Eva, es alegre o triste, es buena
o es mala? ¿Es Magdalena o María? Aunque en la actualidad,
“Código Da Vinci” de por medio, se discute la imagen de Magdalena.
¿Era una prostituta, era un apóstol, era la mujer de Jesús?
Para los publicitarios, se dijo en el evento El Ojo de América,
que “la publicidad es una puta”. Otros opinan que la publicidad
es el mismo cielo, es la creación, es Dios o la Diosa. Quizás
Beatriz o Afrodita. Para algunos publicitarios argentinos ha sido,
“Esa maravillosa locura”, se ha sugerido refiriéndose a ella
con un, “Ámala o déjala”. También se ha expresado que es, “El
quinto poder”. Para muchos analistas es el demonio consumista,
un diablo o una bruja.

Para los empresarios y las corporaciones
es la tierra receptiva que brota, produce y reproduce, flores,
frutas, árboles, automóviles, electrodomésticos, teléfonos celulares,
prendas, alimentos, todo lo que se planta en el mercado ella
lo multiplica. ¿Será la Pachamama o Gaia? Podemos afirmar que
la Publicidad es la Publicidad, vive en el mundo del marketing y
dentro del mercado y éste forma parte del sistema capitalista, a
su vez esta estructura está dentro de las democracias. Y en democracia
vivimos millones de personas. Pero aunque la Publicidad
está cerca del ser, es su desvelo comunicacional llegar a él
con efectividad. Poder mirarlo a los ojos y alcanzarlo con sus
enunciados, para seducirlo a que pruebe un nuevo producto o
servicio. Creo que lo ha logrado, sus insinuaciones impactantes,
sus picardías y sus estrategias son conocidas; mucha imagen,
mucha representación significada, casi como en el teatro y el
cine, sólo que la publicidad no es arte. El espectáculo y la espectacularidad
también se han nutrido con estos condimentos seductivos.

La publicidad, como el señor de las mil máscaras, nos
seduce con todas esas personalidades y nos saca del mundo de
dolor, de temor, de terrorismo y nos llena de objetos que como
juguetes, debemos seguir reemplazando continuamente, para no
aburrirnos. A pesar de todo, la vida con publicidad es bella.

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(*) Parlamento inicial de Norberto Álvarez-Debans